Introducción
La Historia de la Filosofía se ha dado la mano en cristalizar a Descartes y Bacon los padres del pensamiento moderno. Ambos pensadores tenían claro que si la ciencia quería seguir desarrollándose sin desviarse por los caminos del oscurantismo (1) y la teología debían de hacer el esfuerzo por lograr una mayor comprensión del mundo. Tanto Descartes como Bacon tenían en común el fuerte rechazo hacia la tradición escolástica que se sostenía en cimientos aristotélicos (Grayling 2022, 266), y concordaban en la necesidad de un método que haría guiar la ciencia por los caminos de la verdad.
Sin embargo, ambos filósofos mantenían un desacuerdo fundamental: mientras que Bacon sostenía que la experiencia es la fuente principal del conocimiento, Descartes abrió la modernidad como el periodo histórico que debía rendir culto a la luz natural de la razón. Tal división configuró los siglos posteriores en filosofía a través de la dualidad empirismo/racionalismo, que finalmente, tendría su síntesis final en Kant de la mano del idealismo trascendental.
El presente artículo tiene como objetivo centrarse en una de estas dos figuras: Descartes, y más en concreto, en lo que se conoce como el giro cartesiano. Es conocida y afirmada por varias autoridades en filosofía la siguiente: somos hijos del pensamiento griego de Aristóteles y Platón. Bajo mi criterio, tal tiene un fuerte contenido de verdad, pero requiere de ser precisada, puesto que: son muchos los siglos de pensamiento que nos separan de la época Clásica, y si bien es cierto, el giro cartesiano configura no solo el pensamiento moderno, sino también el contemporáneo y está presente en nuestra actualidad.
Por lo tanto, el artículo pretende: exponer el giro cartesiano y ver de qué forma aun siendo hijos de los griegos, los escritos de Descartes siguen jugando hoy en día un papel fundamental en el hombre y la mujer actual.
El giro cartesiano
Debemos traer aquí las palabras de Hegel:
Con Cartesio entramos en una filosofía propia e independiente, que sabe que procede sustantivamente de la razón y que la conciencia de sí es un momento fundamental de la verdad. Esta filosofía erigida sobre bases propias y peculiares abandona totalmente el terreno de la teología filosofante, por lo menos en cuanto al principio, para situarse al otro lado. Aquí ya podemos sentirnos en nuestra casa y gritar al fin…, ¡tierra! (Hegel 1955, 120).
El texto del genio del idealismo alemán cristaliza las bases del giro cartesiano: la independencia de la filosofía frente a la religión y la teología, la inseparabilidad entre verdad y subjetividad, la primacía del sujeto de conocer frente al objeto de conocimiento, etc.
Encontramos ya, en las Reglas, primer escrito de Descartes, aunque nunca fue publicado (2), sino solo tras su muerte los primeros indicios del giro cartesiano. La primera regla versa de la forma siguiente: El fin de los estudios debe ser la dirección del espíritu para que emita juicios sólidos y verdaderos de todo lo que se le presente (Descartes 2022, 75).
En tal está formulado ya el giro cartesiano: lo que se busca es la dirección del espíritu, es decir: Descartes está poniendo ya el punto de mira no en el objeto como lo hacía la tradición aristotélica-escolástica, sino en el propio sujeto de conocer. El ejemplo que yace en la primera regla nos sirve para explicar ya el giro cartesiano.
Frente a la diversidad de ciencias que deben existir y que son impuestas por el objeto, como afirmaba Aristóteles, Descartes propone la unidad de las ciencias, puesto que el sujeto no conoce primeramente el objeto, sino que el espíritu se conoce, antes que, a nada, a sí mismo. Y como es supuesto, la facultad que permite unificar las ciencias en el espíritu humano no es otra que la luz natural de la razón (3).
En palabras de Descartes encontramos lo siguiente: …creyeron también lo mismo de las ciencias y, distinguiéndolas las unas de las otras por la diversidad de objetos, pensaron que cada una debía adquirir por separado, prescindiendo de todo lo demás. En lo que evidentemente se engañaron (Descartes 2022, 77). Concluye la regla de tal forma: Si alguien quiere investigar seriamente la verdad de las cosas, no debe elegir una ciencia determinada, pues todas están entrelazadas entre sí y dependiendo unas de otras recíprocamente; sino que piense tan solo en acrecentar la luz natural de la razón… (Descartes 2022, 80).
Estamos ya puramente en el giro cartesiano: un giro del objeto al sujeto, del mundo al yo, de lo exterior a lo interior (Fabro 1964, 921). Ya no es el objeto el que impone nada al sujeto como en la vieja tradición, sino que es el espíritu el que conociéndose a sí mismo conoce el objeto, y por esto mismo, es necesario un método por el que el espíritu se dirija de buena manera al objeto para llegar a la verdad de las cosas, y poder desarrollar la ciencia.
El giro cartesiano y el hombre y la mujer actual
Hoy en día somos más hijos de Descartes que de la tradición griega, si bien es cierto de un Descartes no-entendido y reinterpretado de mala manera.
Concuerdo conque en lo que se ha denominado como la postmodernidad, o, la cultura posmoderna, no existe ya una esencia de verdad, y esta ha sido transformada en opinión. Más que sustentar verdades, el individuo afirma: “es tu opinión y yo tengo la mía”, alegando de alguna manera que ninguno de los dos puede llegar a la verdad, o más aún, que esta no existe. No en cuestiones tales como el gusto, la preferencia o las inclinaciones individuales que, si bien es cierto, aun teniendo su causa eficiente en las relaciones de producción, deben considerarse más bien como opiniones, sino también, por ejemplo, en materia política; en la que los filósofos y pensadores históricos aun siendo antagónicos entre ellos concuerdan en que debe existir una verdad política.
Un Descartes malentendido yace debajo de tal: “yo en mi subjetividad tengo mi verdad, mientras que tú en la tuya tienes tu verdad, y ambas son igual de respetables”, afirma el sentido común del comienzo del siglo XXI.
Sin embargo, nada de esto fue lo que Descartes quiso dejar a los que aún estaban por venir, sino más bien todo lo contrario: el método que, dirigiendo el espíritu, llegue a la verdad a través de la evidencia y la deducción.
Frente a la individualidad y el subjetivismo erróneo que sustentan el comienzo del siglo XXI hemos de reivindicar la figura de Descartes en su sentido verdadero: como quién quiso establecer un método para encontrar la verdad, pues esta existe, aunque hoy en día haya sido transformada en mera opinión, y desarrollar las ciencias.
Referencias bibliográficas
Descartes, R. (2022) Reglas para la dirección del espíritu. Madrid: Alianza Editorial.
Introducción por Navarro Cordón, J. M. (2022): Introducción a las reglas de Descartes. Páginas, 9-68.
Fabro, C. (1964): Una introducción al ateísmo moderno. Roma: Studjum.
Grayling, A. C. (2022): Historia de la Filosofía: Un viaje por el pensamiento universal. Madrid: Ariel.
Hegel, G. W. F. (1995): Vorlesungen über die Geschichte der Phylosophie. México: FCE.
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