La cuestión del tiempo desde el monismo de Sartre


Introducción

Desde el antaño del pensar han sido dos las cuestiones que han trascendido el curso histórico en su totalidad sin tener aún, ni siquiera, un indicio de respuesta: la cuestión del ser y la cuestión del tiempo. La primera de estas mantuvo en vilo la investigación de Platón y Aristóteles, aunque para enmudecer desde entonces (Heidegger 1927, 17), mientras que la segunda ni siquiera ha tenido un intento propio.  

El objeto del presente artículo es la cuestión del tiempo. Considero que la aparición del monismo del fenómeno tal y como lo describe Sartre puede ser el principio de una investigación efectiva sobre la temática en cuestión. Así pues, se pretende aquí exponer el monismo fenoménico planteado por Sartre y ver a la luz de este la cuestión del tiempo.


El monismo fenoménico de Sartre

En su obra maestra, El ser y la Nada (1943), Sartre comienza exponiendo la idea de fenómeno que desarrollará y le permitirá partir hacia la búsqueda del ser heideggeriano. La descripción de esta concepción del fenómeno nos permitirá revelar luz a la cuestión del tiempo.  

El texto comienza exponiendo las consecuencias de la reducción al monismo fenoménico: «El pensamiento moderno ha realizado un progreso considerable al reducir lo existente a la serie de apariciones que lo manifiestan. Se apuntaba con ello a suprimir cierto número de dualismos que causaban embarazo a la filosofía, y a remplazarlos por el monismo del fenómeno» (Sartre 2016, 27). 

Verdaderamente, tal y como el pensador francés afirma, la reducción implica desembarazar a la Ciencia del Pensar de los siguientes dualismos: interior/exterior, si por exterior entendemos una piel superficial que disimularía la verdadera naturaleza de la cosa (Ibid.); ser/parecer, se derriba la ilusión de los trasmundos de Nietzsche; la dualidad acto/potencia, y finalmente el dualismo esencia/apariencia también desaparece.  

Una vez caen estos dualismos, la cuestión del tiempo se torna distinta, y es lo que pretendemos explicar en el apartado que sigue.


La cuestión del tiempo a la luz del monismo fenoménico

De igual forma que con la caída de los dualismos, la fuerza ya no es un conato metafísico de especie desconocida que se enmascara detrás de sus efectos (aceleración, desviación) (Ibid.), el tiempo tampoco es una especie de conato metafísico que está oculto al ser humano, siendo sino el conjunto de sus efectos, manifestaciones y apariciones. Así pues, ya no deberíamos hablar de un tiempo, sustantivándolo, sino que deberíamos hablar más bien del fenómeno del tiempo, o el fenómeno temporal. Sin embargo, en el caso de la fuerza, o de la corriente eléctrica, la cuestión parece relucir clara como el sol puesto que sus efectos, apariciones y manifestaciones están ahí: toda persona puede observar la aceleración producida por la dinámica de la fuerza o la incandescencia de un filamento de carbono. Sin embargo, ¿tenemos evidencia alguna de tan siquiera una manifestación, efecto o aparición del tiempo? 

El sentido común afirmaría que el cambio y el movimiento son una manifestación temporal y tales aparecen claros en el ante-los-ojos; sin embargo, por mucho que uno analice el cambio o el movimiento, el tiempo no aparece por ninguna parte. La verdad del cambio y el movimiento revela la verdad de un algo que permite que puedan tener lugar, y a ese algo lo hemos denominado tiempo. Por lo tanto, ni el cambio ni el movimiento son manifestaciones, efectos o apariciones temporales sino que este aparece a la evidencia como su condición necesaria de posibilidad.  

Quizá la única aparición que puede confirmarse es aquella que aparece ante la intuición: el lenguaje cotidiano revela que manejamos conceptos como «antes» y «después» con total facilidad, lo que evidencia que el tiempo, o el fenómeno temporal, aparece ante la intuición. En cambio, ¿hasta qué punto podemos afirmar que la intuición temporal es una manifestación, un aparecer o un efecto de ese algo?.

Encontrar una verdadera manifestación temporal, así como un efecto o una aparición, permitirían reducir el tiempo a su fenómeno. Por lo tanto, ya no estaríamos hablando de un algo que se oculta al ojo humano sino que tendríamos la solución siguiente: el tiempo no sería un conato metafísico de especie desconocida sino que, más bien, sería correcto hablar del fenómeno temporal y este no sería sino el conjunto de sus efectos, apariciones y manifestaciones.  

Ahora bien, ¿quién será el genio de la Ciencia del Pensar que encuentre verdaderamente una única abschattung temporal?

 

Emilio del Corral Jiménez

La cuestión del tiempo desde el monismo de Sartre

 

Bibliografía

               Agustín, S. (1944): Confesiones de San Agustín. Buenos Aires Sopena. 

               Heidegger, M. (1927): Ser y tiempo. Madrid: Trotta.  

              Sartre, J. P. (2016): El ser y la nada. España: Losada. 


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