«El suicidio, el fenómeno de la vida y la redención al sufrimiento»
Introducción
El suicidio tiene su causa, en la mayoría de los casos tal que una redención al sufrimiento. Si bien es cierto, este fenómeno, ha sido estudiado por casi todas las ciencias y las disciplinas humanas: desde la neurociencia hasta la filosofía. En gran parte el suicidio ha sido estudiado por la medicina en su vertiente psiquiátrica. También encontramos estudios en sociología, filosofía, psicología, etc.
Todas las disciplinas y ciencias concuerdan en que el fenómeno del suicidio es únicamente un fenómeno humano: el ser humano es el único animal que verdaderamente se suicida. El motivo de tal puede ser explicado desde la definición de Durkheim del suicidio: “Se llama suicidio todo caso de muerte que resulte directa o indirectamente de un acto positivo o negativo, realizado por la víctima misma, siendo que esta sabía que debía producir ese resultado.”
No es difícil entender entonces que el fenómeno del suicidio es únicamente un fenómeno humano puesto que para su realización se necesita conciencia de las consecuencias de la acción. Tan sólo el ser humano tiene conciencia plena de tal.
Otra de las concordancias que tienen todas las ciencias es que el fenómeno del suicido es un qué patológico: la psicología, por ejemplo, ha dedicado libros a explicar los pensamientos suicidas y las conductas suicidas. Siendo claro: el fenómeno del suicidio se da tal que una redención al sufrimiento. Aquel que se suicida es en un gran porcentaje de casos con el fin de poner término a un tipo de sufrimiento: sea físico o derivado del fenómeno afectivo.
En el presente artículo se pretende poner en jaque esta concepción: el acto del suicidio no puede ser nunca una redención al sufrimiento, puesto que esta misma redención es un fenómeno intravital.
El fenómeno de la vida tal que fenómeno primero
El fenómeno de la vida es el fenómeno primero: a raíz de este surgen todos los demás fenómenos humanos: el fenómeno del amor, del miedo, de la amistad, etc. Se debe afirmar que, sin vida, nada sucede en la dimensión humana.
La redención al sufrimiento, el propio dejar-de-sufrir cotidiano es en sí mismo un fenómeno vital que está precedido por el propio fenómeno de la vida. Sin fenómeno de vida no puede existir una redención al sufrimiento propia. En definitiva: cuando el sujeto acaba con el fenómeno de la vida a través del acto del suicidio se exime a si mismo de poder experimentar el fenómeno de la redención, el dejar-de-sufrir.
El fenómeno de la vida como fenómeno primero tiene como consecuencia que el acto del suicidio no pueda ser nunca una redención al sufrimiento, en tanto que la redención es un fenómeno que sólo puede tener lugar si hay vida.
Entonces, ¿con qué acaba el acto del suicidio?
El acto del suicidio debe definirse como un no-más. Al acabar con el fenómeno de la vida, el fenómeno primero nada-más puede suceder en la vida del sujeto. Todos los fenómenos, desde la amistad hasta el amor tocan término en ese momento: incluido el propio dejar-de-sufrir.
El acabar-con-la-vida es un dejar-de-estar-en-el-mundo: el muerto sigue ahí pero únicamente como un ente corpóreo sin conciencia, sin vida. El muerto pasa a estar únicamente en el recuerdo de los que aún en el mundo le acompañan.
El acto del suicidio, el traer-aquí-la-muerte, debe afirmarse como un acabar con toda posibilidad de fenómeno: pues recordemos que, sin el fenómeno de la vida, fenómeno primero nada hay en la dimensión humana.
La remisión del sufrimiento
Existe un qué curioso en el acto del suicidio cuando tal tiene su etiología en la intención, falsa como ya hemos visto de redimir el sufrimiento. El fenómeno del sufrimiento desaparece en el sujeto, pero se remite al-otro: a aquellos que acompañan al cuerpo muerto del difunto.
Esto mismo provoca que el acto del suicidio sea por definición un acto ilegítimo. Uno debe vivir, o simplemente existir por el-otro. Tal y cómo afirmaba Sartre: “el Hombre está inevitablemente vinculado a la Humanidad.” Por consiguiente, no debes preguntar por quién doblan las campanas, las campanas siempre doblan por ti y por mí.
Conclusiones
Hemos de obtener las conclusiones siguientes.
En primer lugar: el acto del suicidio no es en ninguno de los casos una redención al sufrimiento, un propio dejar-de-sufrir, pues este mismo fenómeno es un fenómeno que solo tiene lugar si con anterioridad se da el fenómeno de la vida.
En segundo lugar: el acto del suicidio es un no-más, un acabar con toda posibilidad de fenómeno, desde la redención hasta el fenómeno del amor o la amistad.
En tercer lugar: el acto del suicidio no redime del sufrimiento al propio sujeto, sino que remite precisamente este sufrimiento a todo aquel que acompaña al difunto en su ya-no-estar-en-el-mundo.
En cuarto lugar: el suicidio es un acto ilegítimo, puesto que el Hombre y la Mujer al actuar proyectan a toda la Humanidad. La muerte del otro, así como su sufrimiento, es el mío propio.
Referencias bibliográficas
Durkheim, A. (1964): “Sobre el suicidio”. Madrid: Akal.
Sartre, J. P. (1973): El existencialismo es un humanismo. Revista de la Universidad de Buenos Aires
Sin respuestas